El ‘pleno al 13’ de Holanda: así coloca todas sus universidades entre las mejores del mundo

El ejemplo de los Países Bajos, que han colocado todos sus campus entre los 200 mejores, muestra cómo se puede alcanzarla excelencia sin concentrar los recursos

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«Irme a Holanda a completar mis estudios universitarios fue la mejor decisión de mi vida. El sistema holandés es mucho más práctico. Te da conceptos teóricos clave, pero está orientado a preparar a los estudiantes a afrontar el mundo laboral». El valenciano Andreu Rico estudió un máster en Ecología Acuática y Gestión de la Calidad del Agua en la Universidad de Wageningen, en el centro de los Países Bajos.

Según diferentes rankings, se trata de una de las mejores instituciones del mundo, al igual que las otras 12 universidades públicas holandesas que cada año destacan en las listas internacionales. Un ámbito muy multicultural, una gran influencia del inglés y un sistema que se ha deshecho hace tiempo de la teoría para pasar a la práctica atraen no solo a estudiantes patrios, sino a muchos extranjeros que quieren completar su educación superior en este país.

Estudiar en una universidad holandesa tiene un precio fijo para europeos. No tanto para los no comunitarios, a los que se exigen precios desorbitados por la matrícula. Los estudiantes de la UE pagan cerca de 1.700 euros como coste anual por un programa de grado superior. A los demás extranjeros les cuesta entre 6.000 y 12.000 euros. Un máster ronda los 1.950 euros para europeos, y entre 8.000 y 20.000 para los demás. El mismo sistema se aplica al acceso a las becas o las ayudas financieras para el alquiler y el seguro médico obligatorio: es siempre mucho más fácil para un europeo, y más accesible aún para un holandés.

También existen los prestamos estatales para financiar la matrícula. La tasa de interés suele rondar un 0,6% y se debe empezar a devolver dos años después de finalizar los estudios, en un periodo máximo de 15 años, y una cuota mínima de 45,41 euros al mes. A esto hay que añadir el coste de la vida. Según diferentes organismos, un estudiante que vive y estudia en Holanda gasta entre 800 y 1.100 euros al mes, incluyendo comida, vivienda, seguro, transporte, libros y ocio.

Este país tiene claro que la Educación es un pilar fundamental, por eso le destina anualmente el 5,9% del presupuesto general, frente al 5% que le dedica España, un Estado con el triple de población.

¿Cuál es su secreto?

Las universidades neerlandesas cuentan con el respaldo del Estado para facilitar el acceso a todos los alumnos y que éstos no tengan que depender de fondos privados para cubrir la matrícula. El sistema de acceso es similar al español. Todos aquellos que completen la educación secundaria, de seis cursos anuales, tienen derecho a acceder a los estudios universitarios.

La formación previa ya exige una especialización en uno de los cuatro diferentes perfiles: cultura (historia, artes y lenguas extranjeras), economía, ciencias naturales y de la salud, y tecnología. También existe la Educación profesional como variante a los últimos años de la ESO. Las pruebas de acceso a la Universidad son muy estrictas y están basadas en las capacidades académicas. Esto tiene el objetivo primordial de equilibrar entre los estudiantes potenciales y las plazas disponibles. «Siempre nos intentan animar. En la inauguración del curso, nos dijeron: ‘aquí sólo habéis llegado los mejores’. Tuvimos que pasar una entrevista y un ensayo», recuerda Rocío Peregrina sobre su primer día de clase. Estudió Justicia Global en la Universidad de Leiden. En la actualidad, está cursando el primer año del máster de Derecho Internacional en el mismo centro.

«Lo más importante es que existe un buen sistema de financiación porque es público, y el Estado pone suficiente dinero como para dar prioridad a la buena educación y de calidad», explica a EL MUNDO David Bruning, representante del Sindicato de Educación Superior en Holanda. Los estudiantes suelen acudir a centros localizados lejos de sus hogares paternos. Como compensación, reciben una tarjeta de transporte nacional para moverse de forma gratuita, especialmente porque las listas para alojarse en una residencia de estudiantes estatal suele ser de al menos un año de espera, especialmente en Utrecht y Ámsterdam. «Lo mejor de las universidades holandesas es la igualdad, hay espacio y tiempo para estudiar. El ambiente no fustiga al alumno sino que le inspira a estudiar», asegura este portavoz.

Según Bruning, a pesar de que el sistema universitario es «bastante bueno, queda mucho por hacer». Los recursos y la atención estatal se dividen de forma bastante equilibrada entre las 13 universidades, de manera que las diferencias en cuestión de calidad entre una universidad y otra no son muy grandes, y suelen estar relacionadas con alguna materia en concreto. Por este motivo, ninguno de los centros suele subir del top 40 en las listas de calificación internacional, pero todas se incluyen en el top 200, siempre muy por encima de la media mundial.

La parte práctica, el eje de su enseñanza

«Hay un sistema de gobierno transparente, un servicio de inspección universitaria, un consejo de profesores que aprueban las normas y sugieren cambios… La presión viene de todos lados y es muy complicado desatender el método, eso hace que siempre se busque mejorar la calidad«, explica Bruning, que también forma parte de esa presión y vigilancia de las universidades holandesas.

«Los temarios están muy actualizados, no basados en libros que se publicaron hace un siglo. Se van modificando. Además, se premia mucho que el alumno sea innovador, que tenga ideas nuevas. En España, un proyecto es un copia y pega de todo lo que has apuntado en la teoría. Mientras que en Holanda, se aplica todo lo aprendido a un caso práctico real. Es un sistema menos arcaico que no trata de memorizar información, sino saber usarla», aplaude Andreu Rico.

En la misma línea se manifiesta Iñaki Azcona, científico español especializado en plantas y microbios, que estudió su máster en la Universidad de Wageningen. «El diseño es muy flexible y puedes adaptarlo a tus necesidades. Por ejemplo, las prácticas en empresa las puedes cambiar por hacer una tesis más larga si lo que te interesa es la investigación académica, o bien puedes convertir la tesis en prácticas y así tener más experiencia en una empresa», valora este joven, y añade que también «puedes centrarte en asignaturas que te entrenen en aptitudes como la negociación, la redacción científica, escribir currículos y cartas de presentación, y un largo etcétera de posibilidades».

Según el informe PISA, Holanda se sitúa por encima del promedio de la OCDE en la resolución creativa de problemas de la vida real. Una profesora de Comunicación de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Hanze, Irene Taroni, explica que el sistema educativo holandés se centra en «construir puentes culturales». Los estudiantes deben aprender a trabajar en un ambiente internacional y a ser unos emprendedores «con una iniciativa global». Durante sus años de estudio, «hacen proyectos reales, para un cliente real, y no un trabajo universitario que va a la basura. Eso les ayuda a desarrollar sus capacidades sociales, reforzar su papel de líderes de equipo y aprender a dividir el trabajo», señala esta maestra.

En pocas palabras, Irene cree que el sistema holandés «promueve las cualidades del siglo XXI» entre los estudiantes para que aprendan a estar sobre el terreno y que cuando consigan trabajo no sea un mundo nuevo para ellos. «Las empresas incluso vienen a buscar a los alumnos a las universidades, porque saben que están preparados», asegura. Y ése fue el caso de Iñaki, que terminó su máster con un contrato laboral. «Casi todas las compañías neerlandesas tienen un espacio dedicado a estudiantes de distintos niveles y están muy preparadas para satisfacer las necesidades de los jóvenes y guiarles en su primera experiencia laboral. Quedarte en la empresa donde has hecho las prácticas es una posibilidad muy real», sostiene.

Reclamo mundial

Muchos estudiantes procedentes de diferentes partes del mundo llegan cada año a Holanda para seguir con sus estudios superiores. La atractiva idea de tener un sistema económico, eficaz y de nivel hace que algunos prefieran Países Bajos, antes que las universidades británicas. «Hay alumnos que llegan y es un choque para ellos, porque se tienen que adaptar al sistema holandés, que es más práctico que el sistema tradicional de sus países de origen. La dinámica de seminarios, charlas y trabajo sobre el terreno les parece todo un mundo», cuenta Tarone. Para AndreuRico, que pudo experimentar la vida universitaria española y después la holandesa, «la falta de carga adicional, el ambiente multicultural, la motivación de los alumnos» marcan la diferencia para que estudiar no sea «una obligación» sino una experiencia que disfrutar.

Los Países Bajos se encuentran en séptimo lugar en el Índice de Desarrollo Inclusivo presentado en Davos, Suiza, el pasado enero. Desarrollado para medir el crecimiento de un país, tiene en cuenta 12 indicadores. Holanda anotó las mejores calificaciones en su accesibilidad y calidad de Educación, así como el espíritu empresarial y crecimiento de capital. La cooperación entre el mundo laboral y el universitario es lo que más destacan alumnos y profesores. «Hay una asignatura que consiste básicamente en resolver un proyecto real que una empresa ha contratado a la universidad. El proyecto se resuelve en un grupo multidisciplinar (con gente de distintos másteres). Es muy útil porque es una primera aproximación a lo que te vas a encontrar en un trabajo», recuerda Iñaki Azcona.

Además, añade Rico, cuando un profesor tiene una duda «se la expone a los alumnos, porque no nos tratan como a inferiores, no hay jerarquía. Te preguntan y te hacen pensar» porque quizás tu tengas la respuesta que el profesor no encuentra.

 

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